Yo los imagino en un universo paralelo donde Facebook ya existía en 1943 y muchos fotografiaban sus strüdel de manzana y hablaban de lo bonita que estaba Berlín al atardecer. Hablando de todo y de nada.. Asomando la cabeza cuidadosamente por las redes y agachándose velozmente si alguien menciona las palabras judíos, nazis o guerra. Así los imagino.
Muchos leerían los periódicos y defenderían a su país frente a las viles acusaciones extranjeras. Se lanzarían a escribir posts criticando a Churchill a Stalin y hasta a Franco y Mussolini. Creerían que ellos eran distintos, confiarían en su gobierno y callarían su más mínimo escepticismo, no por miedo, si no por costumbre. Ni contigo ni sin ti, yo no me meto en política si no está lo suficientemente lejos.
Así los imagino, porque así los veo ahora desde que empezó la pandemia en Suecia. Gente que no duda en meterse con Trump y se cree comprometida por ello, mientras cuando tocas un tema local y sensible, miran para otro lado.
Para mí unas de las mayores decepciones y vergüenzas durante la presente pandemia interminable, ha sido ver la reacción de tantos conocidos con mayor o menor grado de cercanía sentimental. Ver como ante una injusticia rampante que ocurría en el patio de su casa, han decidido hablar solo de sus fiestas, sus plantas, sus paseos en bici, sus atardeceres, sus encuentros, incluso sus dolores por otras injusticias tan lejanas como frías.
Me voy a dirigir a vosotros directamente:
Ya sé que estás en contra del cambio climático y del machismo, eso es de primero de humanidad, háblame de los niños obligados a ir a la escuela sin vacunas, mascarillas, ventilación ni tests…. Silencio por respuesta.
Como fuera en aquella Alemania terrible donde no hacía falta Facebook, hoy el silencio os sigue convirtiendo en cómplices. Hoy os escribo esto solo para recordároslo. Porque pronto llegará el año nuevo y quizás podríais adquirir el propósito de abrir la boca para hablar de lo que sucede en vuestra propia casa en lugar de inundar las redes con soflamas simplistas contra lo que dejásteis atrás. Quizás en lugar de poner tantas fotos de calcetines, gatos y plantas que os crecen de maravilla, podríais pedirle a Papa Noel un poquito de coraje.
Además, ahora es más fácil. El desastre es evidente. No será tan duro como lo fue para quienes le echamos ovarios y cojones hace ya casi dos años. Os prometo que ahora no hay tantas burlas, insultos ni amenazas y ¿sabéis por qué? Porque la mayoría de la gente hace como vosotros y se calla.
Antes aún teníamos hooligans a cada rato. Fieles ciudadanos orgullosos de su patria (de nacimiento o adopción) que defendían las posturas de las autoridades suecas con uñas y dientes. Ahora que los resultados hablan por sí solos y que nos hemos dado cuenta de que somos el país con la estrategia más alejada de la ciencia posible, callan y llenan sus redes sociales de plantas de Ikea y bosques nevados… sí, como tú.
“Más callados que una puta en misa” rezaba aquel dicho zafio y casposo. Propongo cambiarlo por “más callado que un sueco en pandemia”. Si el silencio es tu modo de vida, vive y arrástrate por donde quieras, que también tienes derecho. Lo que me irrita verdaderamente es que guardes tu valentía para hablar de plásticos, VOX, Amancio Ortega y el putero de Juancar mientras tu casa se quema. No amigo, eso no es ser comprometido ni valiente, eso es activismo de TIkTok, pulserita de bandera, postureo adolescente.
Tu casa arde y, tarde o temprano, tú o alguien a quien quieres acabará quemándose. Podrías haber gritado fuego y haber ayudado a extinguirlo, pero preferiste esconderte detrás de una planta de Ikea, de un cantante, de una cerveza con tus amigos, de un eslogan trasnochado. Como putas sumisas en la eucaristía oficial del país que va de laico y feminista.
Felices fiestas y que saques muchas fotos divertidas.
Caricatura que retrata al epidemiólogo jefe de Suecia como el perro de un conocido meme
Comandos Paraliterares 