El cortocircuito

Hoy es 29 de julio, y aquí en Suecia es el día de la piruleta, como cualquier otro. Si uno abre la prensa sueca hoy, encontrará terribles noticias sobre el avance del virus en los destinos de vacaciones predilectos de los suecos. En el apartado nacional, Aftonbladet destaca la necesidad de acabar con un cangrejo invasor que hace peligrar el ecosistema sueco, pero nos recuerda que “tienen sentimientos”.

Hay que dar por perdida la partida. Yo la di hace mucho tiempo. Mientras espero a que salga mi nuevo libro en el que cuento como fue el tratamiento de la pandemia durante la primavera de 2020, voy cargando la escopeta (no diré si real o metafórica) para defenderme de lo que pueda venir.

Y es que no espero nada bueno, pues esbirros no faltan en un país que un buen día sufrió un terrible cortocircuito en su mente colectiva y rebañista (me apetece inventarme el adjetivo, ustedes disculpen). 

Mientras hoy la prensa británica airea y pide explicaciones enfurecidas por la supuesta financiación conservadora a un epidemiólogo que desaconsejó al gobierno de Johnson el confinamiento y lo animó a buscar la dichosa inmunidad de rebaño, la prensa sueca calla sobre el hecho de que en aquella misma reunión estuvo presente el epidemiólogo jefe de Suecia, Anders Tegnell. 

La mayoría de la gente no sabrá nunca de esto, mientras la tasa de infección en Estocolmo supera ya, de nuevo, el 10%. Para el que tenga dificultad con las matemáticas más básicas se lo explicaré con plátanos: tienes 10 plátanos, pues uno de ellos está podrido, y si lo dejas junto a los otros, pronto serán más. ¡Ea! No era tan difícil, ¿verdad? Pues ahora a pensar en los cangrejos, que son malos, pero tienen sentimientos.

Es surrealista ver, día tras día, mes tras mes, y año tras año, como la masa rebañista (ya van dos) que puebla mi escandinavo país, defiende, sin ningún tipo de dilema moral, unas políticas y estrategias propias de la más rancia y populista derecha; al tiempo que saca pecho presumiendo de progresismo y democracia. Una democracia tan perfecta, que no permite ser cuestionada.

Hace tiempo ya, el doctor Feigl-Ding, epidemiólogo licenciado en Harvard y asesor del actual gobierno de EEUU, colocó a Tegnell en su sitio, junto a Trump, Johnson y Bolsonaro, responsabilizándolos de miles de muertes y sufrimientos innecesarios. Sin embargo, esta comparación está tan lejana en la mentalidad media de Suecia como aquella galaxia en la que combatían Luke y su padre.

¿Y esto por qué? Pues muy sencillo: porque la mente media de suecia ha sufrido un grave cortocircuito. Una mente acostumbrada a oír solo cosas buenas sobre ella misma, no puede asimilar que su perfecta socialdemocracia haya dado un viraje letal hacia lo peor de la derecha populista y autoritaria. La mente de Suecia ha girado a tal velocidad en la curva de la actualidad que el cuello se le ha desencajado de su sitio. Es una mente cortocircuitada, y como tal, no funciona como es debido.

Quizás con el paso de muchas décadas, se consiga recuperar el flujo sanguíneo mínimo y necesario para que el cerebro fluya con normalidad. Yo soy pesimista a este respecto. Así que, mientras tanto, me preparo para defenderme de gente que confía en sus burócratas como en lazarillos, de amantes de banderas por encima de las personas, de indignados por la mancha de tinta en lugar de la mancha de sangre, de víctimas, al fin y al cabo, de un cortocircuito mental.

Captura de pantalla de la edición digital del periódico Aftonbladet.

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