La historia pa´ quien la trabaja

A mí que me traten de tonto dejó de importarme hace años. Total, esa es básicamente la única forma que un gobierno que se haga respetar tiene de tratar a sus ciudadanos. Tampoco casi me molesta ya que los listos me den lecciones aprendidas del internet. Fíjate tú que esa gente que te explica con detalle empírico de corte y confección la baja mortalidad del virus, igual es la misma gente que hace unos años te enviaba cadenas de mails malditos o que te ponen por Whatsapp una foto de Pio Baroja pidiendo para un trasplante de médula. 

A mí (será por edad) lo que me molesta es que me traten de desmemoriado. Que tú ahora quieras cambiar la historia a base de contar hazañas de los suecos tomando Berlín, o Franco dándole un guantazo a Hitler, pues mira, hasta puedo alabártelo por la fantasía, y con muchas ganas me compraría un cómic de tus aventuras mentales basadas en hechos reales. Pero, ya digo, será porque uno va aprendiendo a pronunciar “Alzheimer” por si las moscas, lo que me hace menos gracia es que quieran venderme una versión más moderna, amable, ergonómica y ecológica del recuerdo de hace menos de un año.
Porque yo del año pasado me acuerdo, ¡y cómo!. No se me olvida el semi encierro voluntario, las burlas, las amenazas, ni la defensa cerrada en banda de los héroes de la patria. Y, sobretodo, no se me olvida la sensación alienígena de ser la única persona entrando al metro o al supermercado con una mascarilla puesta para terror o deleite de mis conciudadanos.

No olvido el divertido golpe de tos de aquel señor junto a mí, ni las risas de mis conocidos que no necesitaban máscara porque se protegían del virus con unos bravos cojones que harían acomplejarse al caballo de Espartero. Y por encima de todo, no olvido como mientras la OMS aconsejaba el incómodo bozal, el gobierno sanitario (y un poquito el político) de Suecia se vanagloriaba de que con lavarse las manos iba ya uno en calesa por la alameda de la Pandemia. 
¿Cómo voy a olvidar el peor año de mi vida, si para muchos aún no ha terminado? Si ustedes son retrasados (sanitario-temporales, no se me ofendan), no es culpa mía, pero por más golpes de sartén que me propino en la cabeza, la memoria sigue ahí. Tráiganme sartenes más grandes y seguiré intentándolo por el bien de la patria. 

No puedo olvidar lo que sigue vivo, como no se olvida una puñalada cuando deja cicatriz. No puedo olvidar los titulares, los amigos abandonados atados a un respirador, la poca vergüenza del respetable pidiendo orejas y rabos, no puedo olvidar las palabras de la ministra Hallengren diciendo que no recomendaban el uso de mascarillas porque no formaba parte “de nuestra cultura”. Quizás lo que sí he olvidado es mi viaje adolescente a París allá por los años 90, mientras paseaba por los Campos Elíseos rodeado de franceses con mascarillas FFP2 de los más exquisitos diseños. Quién sabe ni lo que desayuné ayer…
Quién sabe si la culpa es nuestra por no olvidar más rápido para dejar que el Ministerio de la Verdad construya su relato a gusto. Pero mientras no me receten “Soma” o los cabezazos surtan efecto, me temo que seguiré recordando como un terrorista cualquiera. 
Ya sé que la culpa es mía, pero si esperaran a que la historia fuera historia antes de intentar reescribirla, nos lo pondrían a todos un poquito más fácil.

Cartel publicitario de SOMA, basado en la novela Brave New World/ Un mundo feliz de Huxley. Foto de Steemit.com

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